Como todos sabemos, los accidentes son la primer causa de muerte de los jóvenes, en nuestro país y en el mundo. El propósito de esta comunicación es analizar algunos aspectos del proceso adolescente y de la incidencia psicológica de las vicisitudes que distintos adolescentes y jóvenes padecen en nuestro país, analizando algunos factores de riesgo específicos, tanto en términos generales, como en diferentes estratos sociales y por género.
Pretendemos plantear una visión global del problema, saliendo de la imagen estereotipada que suele tener la opinión pública, que habitualmente asimila accidente de tránsito juvenil con accidente automovilístico con conductor adolescente, lo cual refleja sólo una parte de la realidad, básicamente de los sectores sociales de mayores ingresos. Nos preocupa discernir algunos factores de riesgo y colaborar con la elaboración de estrategias de prevención que podrían contribuir a disminuir sensiblemente los niveles de mortalidad juvenil.
Para ello partiremos de algunos datos suministrados por los propios adolescentes en el Proyecto de investigación "Los adolescentes uruguayos-hoy" de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República. La utilidad de estos datos es que provienen de un cuestionario abierto, aplicado a adolescentes entre 15 y 19 años de edad en una muestra representativa de toda la ciudad de Montevideo, con registro de respuestas textuales. Aparece así la declaración de múltiples accidentes de tránsito que en muchos casos escapan a otros registros, ya que pueden pasar desapercibidos por no revestir espectacularidad, porque no son denunciados, e incluso porque se los oculta. Se preguntó sobre accidentes en general, para pasar luego a tipo de accidente, y edad en que fueron padecidos. Para accidentes de tránsito se establecieron las siguientes categorías: vehicular en que el conductor es otra persona; vehicular en que el conductor es el o la adolescente (incluye bicicletas, ciclomotores y motos), y peatonal.
Discriminando la incidencia de los accidentes de tránsito según la edad en el total de accidentes declarados, se observa la siguiente progresión:
antes de los 5 años 23%
entre los 5 y los 9 años 32%
entre los 10 y los 14 años 36%
entre los 15 y los 19 años 62%
No sólo se da un incremento abrupto de esta modalidad de accidentes a partir de los 15 años (casi el doble), sino que, desde la infancia va variando el tipo de accidente de tránsito preponderante:
-antes de los 5 años: 100% en vehículos conducidos por otro
-entre los 5 y los 9 años: cerca de la mitad (44%) en vehículo conducido por otro, y el resto se divide por igual en accidentes peatonales, y en bicicletas conducidas en la vía pública (28% en ambos casos)
-entre los 10 y los 14 años: la mitad (47%) de los accidentes de tránsito declarados son "peatonales", la tercera parte (36%) se produce en "vehículos conducidos por el púber" (inicialmente bicicletas y en torno a los 14 años motos y ciclomotores, especialmente en el caso de las mujeres del estrato Medio); los "vehiculares conducidos por otro" disminuyen al 17%
-entre los 15 y los 19 años: las tres cuartas partes (73%) son accidentes vehiculares en que el conductor es el propio adolescente (algunas bicicletas y fundamentalmente ciclomotores), el 19% son vehiculares conducidos por otro (el conductor muchas veces es otro adolescente), y el 8% peatonales (fuerte incidencia de las mujeres del estrato Bajo)
Es decir, en la infancia predominan los accidentes de tránsito que se producen en vehículos conducidos por otros, en torno a la pubertad (10 a 14 años) los peatonales, y a partir de los 15 años, los que se producen en vehículos conducidos por los propios adolescentes (se incluyen bicicletas y sobre todo motos y ciclomotores).
En lo que se refiere a la distribución por estrato socioeconómico y género, tomando cinco estratos: Alto, Medio Alto, Medio, Medio Bajo, y Bajo, la situación es la siguiente:
-Los picos de accidentes de tránsito se dan en los estratos Alto, Medio, y Bajo.
-En los estratos Alto y Bajo es donde se observa su mayor incidencia, alcanzando a la mitad de los accidentes declarados (50% y 48%), lo cual se corresponde con una mayor expresión de vivencias de desamparo y abandono.
-En estrato Alto se observa el mayor índice para ambos sexos de accidentes vehiculares conducidos por el propio accidentado, lo cual se relacionaría con la posibilidad de acceso al uso de vehículos familiares (automóviles) o propios (ciclomotores. Predominan los accidentes automovilísticos, probablemente, de acuerdo con los datos obtenidos, con una mayor incidencia de accidentes fatales protagonizados por conductores varones. Los accidentes de mujeres conductoras se dan básicamente en ciclomotores. En muchos casos de accidentes vehiculares femeninos con vehículo conducido por otro (fundamentalmente automóviles), el conductor era un adolescente varón.
-En el estrato Bajo se registra el porcentaje más alto de accidentes peatonales en adolescentes, con predominio femenino. Cinco veces más mujeres que varones los declaran. Esto podría vincularse con el hecho de que los varones permanecen en la calle desde edades más tempranas, lo cual podría implicar un aprendizaje. La mayoría de los accidentes peatonales de varones se produjeron entre los 5 y los 9 años. Los de las mujeres después de los 10 años, fundamentalmente entre los 15 y los 19 (44%), que es cuando la mitad de estas adolescentes comienzan a salir de su casa para iniciar su actividad laboral, fundamentalmente en tareas de servicio doméstico. Salir del ámbito familiar se corresponde con el inicio de una actividad ocupacional que implica traslados para los cuales no se está preparada, y enfrentarse a una nueva forma de domesticidad en la que concurren nuevos códigos (por ejemplo en la organización de la vivienda, los hábitos familiares y el lenguaje), lo cual se correlaciona con el incremento de los niveles de vulnerabilidad femenina en la medida en que se desciende en la escala social. Esto se interrelaciona con la conmoción propia de la adolescencia, con fuertes sentimientos de desvalorización, y con el enfrentamiento a situaciones conflictivas que incluyen entre otras las agresiones sexuales (incluso el incesto), y los embarazos precoces. En el caso de los varones, también se registra un importante índice de accidentes en vehículos conducidos por el adolescente. Por un lado, en medios de transporte que son herramientas de trabajo (carros, caballos, y bicicletas), por otro, en motos que ocuparían el lugar simbólico de la potencia masculina y de lo que no se posee, en un sector donde el hombre suele ser relegado y no puede ocupar el rol masculino tradicional. Por lo tanto, para ambos sexos, los accidentes de tránsito no son independientes de la inserción social, que condiciona a su vez su inserción laboral.
-El pico de accidentes de tránsito en el estrato Medio (44.5%) se da por el incremento de accidentes peatonales y en vehículos conducidos por el accidentado. En este caso, la multiplicidad de actividades que se imponen a niños y jóvenes para complementar la educación pública, generalmente fuera de su barrio, implican desplazamientos a zonas de mayor circulación de tránsito y traslados en medios de transporte urbanos. En este estrato los accidentes vehiculares de mujeres revisten nuevamente gran importancia (casi la mitad de los accidentes declarados), fundamentalmente en ciclomotores, o en bicicleta en la vía pública.
Habría que asociar los accidentes de tránsito con una compleja articulación de factores de tipo psicológico, social, cultural, familiar, etc., que llevarían al adolescente a asumir conductas que atentan contra su salud y ponen en riesgo su vida.
El adolescente se enfrenta a cambios "dramáticos" en su cuerpo, en sus vínculos, y a nivel intrapsíquico. "Dramáticos", porque los logros evolutivos no son inocuos ni lineales. Al decir de Granel "provocan conflictos, reacciones organizantes y respuestas regresivas."1 "La evolución parece ser el resultado de una situación antitética: la colisión entre la presión del cambio y su resistencia"2 .Estos cambios conflictivos que impone la evolución pueden ser procesados con mayor o menor éxito. Cuando no se toleran, no se pueden manejar de otra manera, una salida posible sería el accidente. Granel3 establece que los accidentes se producen cuando el sujeto enfrenta un cambio que no está en condiciones de asumir, tal es la situación en cuanto a los cambios que debe enfrentar desde la pubertad con relación a su cuerpo, a su rol, a sus vínculos, a su sexualidad, etc. Junto con esto es imprescindible considerar dos características relevantes del proceso adolescente: la omnipotencia y la actuación. Las conductas de riesgo que asumen los adolescentes cruzando atolondradamente la calle o conduciendo vehículos, implican tanto un desafío a las normas, una forma de probarse, de buscar una autoafirmación, como un deseo de sentirse "mayores" haciendo uso de ese poder que tienen los adultos, representado por los vehículos. Desde ese "poder" se despliega la omnipotencia narcisista propia del adolescente que le impide ver los riesgos con un principio de realidad, sintiendo que nada puede pasarle, que la muerte no existe, y convirtiendo en un desafío excitante la aventura de la velocidad.
Si bien en los accidentes no se plantea una intención consciente y deliberada de quitarse la vida, en los mismos se observa una fuerte agresividad autodirigida que puede conducir a la muerte. Según Dolto4, el adolescente debe "morir" como niño, enfrentado a adquirir nuevos roles. Diversos autores establecen la importancia de una falla en el vínculo temprano madre-hijo que se reedita en parte en la pubertad y la adolescencia, dificultando a estos jóvenes el logro de la segunda etapa de separación-individuación (como plantea Blos retomando conceptos de Mahler)5, lo que dejaría como única forma viable de separación la muerte. En ambos casos nos enfrentamos con actuaciones sobre el cuerpo que denuncian la imposibilidad de elaboración psíquica de situaciones conflictivas. Freud planteaba que "...además del suicidio conscientemente intencionado, hay otra clase de suicidio, con intención inconsciente, la cual es capaz de utilizar con destreza un peligro de muerte y disfrazarlo de desgracia casual.6 Por lo tanto, en estos casos el accidente podría constituir un suicidio o intento de autoeliminación encubierto. Mireya Frioni de Ortega nos recuerda que: "Existen actos suicidas de difícil clasificación que se presentan enmascarados, tales como accidentes".7 Los accidentes podrían entonces constituir un intento inconsciente de resolver una situación crítica a través de un accionar drástico y con una agresividad destructiva, recurriendo a defensas motoras que permiten escenificar, poner en acto, una situación interna que no puede ser semantizada. También pueden constituir, como plantea Conger 8, antecedentes de riesgo para la conducta suicida.
Estos factores a su vez deben contextuarse en las dificultades que enfrentan los adolescentes en la sociedad contemporánea, y en particular en nuestro país.
Nos remitiremos nuevamente a manifestaciones de los adolescentes entrevistados:
-En forma muy mayoritaria, identifican el trabajo como el principal problema que enfrentan hoy en el Uruguay, en el contexto de la falta de oportunidades y medios que les brinda nuestra sociedad.
-Así como identifican con total precisión cuáles son los problemas que enfrentan como jóvenes, no pueden discriminar qué cosas buenas les ofrece el país.
-Se muestran fundamentalmente inseguros con relación al futuro, y en gran medida pesimistas.
Estas respuestas dan cuenta de las escasas posibilidades para proyectarse en el futuro e insertarse en la sociedad, de donde devienen la exclusión y autoexclusión, expresiones de una situación traumática en el ámbito social. Esta violencia vinculada con la falta de oportunidades y medios que brinda nuestra sociedad es inseparable de las vivencias de desamparo. El desamparo puede darse en todos los sectores de la sociedad, pero adquiere un carácter especialmente relevante en los estratos bajos, en particular para las mujeres, donde como se vio, se registran las cifras mas altas de accidentes adolescentes en general y de adolescentes mujeres en particular.
Hoy la sociedad expone a los jóvenes a una situación paradojal: por un lado los presiona para que se formen cada vez más y durante más tiempo para asumir el Futuro; por otro, no les permite elaborar sus propios proyectos de Futuro suministrándoles algún grado de confianza en su realización. La sociedad contemporánea no sólo prolonga la dependencia, dificulta o impide la autoestima. "... regida por sus sistemas de poder, deja de ser albergue confiable para convertirse en ámbito amenazante y destructivo de los sostenes del Yo."9 (Rosmaryn, 1991) El tema de la incertidumbre, de las dificultades para poder proyectarse en un futuro impredecible y a veces imposible, ha conducido a que las argentinas Selener y Sujoy (1998) introdujeran el concepto de un nuevo duelo que deben enfrentar los adolescentes contemporáneos, que ellas denominan "duelo a futuro". Un duelo vinculado con lo que no podré, lo que no seré, o que quizás nunca pueda ser: "Anticipar la incertidumbre, la disolución de ciertos anhelos que la cultura puede no contener, ubica al adolescente en una posición de apuesta permanente a un futuro que no se puede delinear."10
Las diferentes formas de exclusión que sufren los jóvenes, correspondientes a situaciones traumáticas en el ámbito social, repercuten en algunos factores de riesgo que hoy enfrentan. Ante el trauma, la violencia no es pasible de ser procesada, no se puede contener, no se puede canalizar, se desborda. Sin intermediación de lo simbólico, lo que resta es el pasaje al acto. Esta violencia se deposita y devuelve al afuera, o bien se corporiza, poniendo en riesgo la propia vida.
Nosotras solemos hablar de lo que denominamos un "amplio espectro de conductas suicidógenas"11 (Perdomo 1996) asumidas por los adolescentes, en que estos están volcando la violencia social sobre sí mismos, generando las principales causas de muerte en este período vital: accidentes e intentos de autoeliminación. Estos no sólo no pueden separarse, como se vio, sino que además se vinculan con el problema de las drogas (incluimos alcohol y tabaco), la anorexia y la bulimia, el SIDA. Es decir, toda una serie de actuaciones interrelacionadas en que los adolescentes ejercen una violencia autodirigida que implican riesgo de vida. Por otra parte, el consumo de sustancias psicoactivas tales como el alcohol, suelen asociarse con los accidentes.
Pero no siempre está presente el deseo de morir. El accidente y el suicidio pueden constituir en la fantasía del adolescente un último recurso para producir cambios en el entorno, un llamado a un otro que decodifique, de un sentido a aquello irrepresentable. Podríamos plantearnos como hipótesis que los accidentes podrían constituir en algunos casos la única forma en que el joven puede "decir" que está atravesando por situaciones conflictivas, llamando la atención de los adultos. Y allí debemos hacernos presentes los profesionales de la salud. Muchos de los accidentes y suicidios en jóvenes podrían evitarse. Damos particular importancia a la elaboración de estrategias de prevención. Estrategias de prevención que tengan como protagonistas al sistema educativo, a la familia, a los grupos de pares y a las propias organizaciones juveniles, o agrupamientos informales. La acción de la salud preventiva en este campo podría contribuir a disminuir sensiblemente los niveles de mortalidad juvenil.
Dada la compleja trama de factores que inciden sobre los accidentes de tránsito, entendemos que la prevención, además de contemplar la educación vial adecuada a cada tipo de realidad y al tipo de siniestros predominantes en cada una de ellas, debieran contextuarse en un marco más amplio de actividades que contemplen, entre otros aspectos:
-Escuchar aceptando las diferencias generacionales, sin perder la capacidad de confrontar y de poner límites.
-Favorecer y posibilitar la recuperación de la autoestima de los adolescentes.
-Reconocer sus valores, potenciando la solidaridad que los caracteriza.
-Facilitar su inserción social, ya que la misma es de por sí generadora básica de salud.
-Acompañarlos en el rescate de una esperanza que nunca debieron perder, facilitando y habilitando sus posibilidades de reinvestir el futuro.
Fuente: Rita Perdomo http://www.querencia.psico.edu.uy
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jueves, 17 de enero de 2008
Accidentes de tránsito en la adolescencia
Publicado por Patricia en 10:36
Etiquetas: Accientes personales, Noticias, Seguros de Vida, vehículos
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3 comentarios:
Hola en que año publica la dra barrera el trabajo?
hola en que año publica la dra perdomo el trabajo?
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